La vida es una película en la que tú eliges si ser el protagonista o un mero espectador.

San Agustín

Después de unos días en Bogotá, recuperándonos de nuestro improvisado viaje a Cuba,del cual hablaremos más adelante, continuamos nuestro viaje por Colombia.
Llegamos a San Agustín después de viajar toda la noche en un autobús que parecía un iglú. Fue el primero (y, de momento, único) en el que nos prestaron una manta y nos dieron algo de beber y comer. Tardamos una hora y media más de lo previsto, lo que nos supo fatal porque nuestro couchsurfer tuvo que madrugar en balde.
El Tablón – La Chaquira
El mismo día de nuestra llegada, decidimos ir a La Chaquira, donde hay unas rocas talladas pre-colombinas y un mirador, una excursión de 3 km.

El inicio del camino es una carretera bastante empinada que, unida a nuestra eterna compañera, la altura, nos resultó agotadora. Después de 1 km aproximadamente, el camino se hace más fácil y se pasa a un camino de tierra. Una señora del lugar muy mayor nos dijo que podíamos seguir por ese camino o bien ir a «El Tablón» (un pequeño grupo de rocas con figuras talladas), al que se accede por una apertura en un cercado de púas que, si uno no lo sabe, no se da cuenta de su existencia. De ahí, debíamos seguir un sendero que está cubierto de árboles altos, cruzar un río y llegaríamos a nuestro destino.
Emocionados y enormemente agradecidos, decidimos seguir su consejo. Llegamos sin problemas a El Tablón, observamos las rocas talladas, preguntándonos estérilmente qué significado debían tener, y continuamos por el sendero de árboles altos.
Llegamos a un camino zigzagueante que descendía hasta una especie de mirador, desde donde se podían observar un par de rocas talladas. Desconociendo su significado, continuamos bajando por unas escaleras hasta el mirador. Decidimos comer allí, los dos solos rodeados de montañas, cataratas, el río, las nubes, el sol,… Un paisaje idílico. Nuestro momento de paz y tranquilidad llegó a su fin cuando se nos unió un grupo de turistas que, con sus gritos y risas escandalosas, irrumpieron violentamente en nuestro estado zen.
No madrugamos mucho, lo justito para prepararnos el desayuno, la comida e ir a juntarnos en la plaza de la iglesia con el nuevo amigo que hicimos en casa de nuestro «couch». Nos fuimos caminando los tres por la carretera, hasta llegar a la entrada del parque. No había mucha gente, pero aún así preguntamos si alguien más quería contratar el servicio de guía, para compartir gastos… No tuvimos éxito. Decidimos empezar por el museo para dar tiempo a que llegaran nuevos interesados. Nada.
Como no podíamos asumir el coste de un guía nosotros solos, empezamos la ruta por nuestra cuenta. Primero había una especie de bosquecito que terminaba en un camino con descensos a ambos lados, dicho paso lo habían construido los indígenas hacía cientos de años. Llegamos a una entrada, donde había puestos de comida y artesanía, y desde donde salían dos caminos: al centro y a la izquierda. Decidimos ir hacia la izquierda, en dirección a las «Mesitas», montículos artificiales de tierra donde se hallaron restos arqueológicos.
Nuestro recorrido sería: Mesita A, Mesita C, Fuente del Lavapatas, Alto del Lavapatas, Mesita B y, para terminar, el Bosque de las Estatuas. Hay algunos carteles explicativos, pero creemos que valdría la pena ir con alguien que sepa, pues tenemos la sensación de habernos perdido mucho.
Mesita A
Llegamos a la Mesita A, donde encontramos los primeros restos. Se trata de una zona aplanada artificialmente en donde hace unos 2.000 años se ubicaron algunas viviendas. Más tarde pasó a ser una zona de entierros. Las tumbas se construían de la siguiente manera: se excavaba en la tierra y se situaban grandes piedras, luego se cubría con tierra, formando un montículo. En esta mesita hay dos montículos, y se cree que las estructuras eran de 4 metros de alto y de unos 30 metros de diámetro. En ellas había enormes lajas de piedra y unas 15 esculturas que acompañaban la tumba de la persona. Según nos explicaron en el Museo del Oro de Bogotá, la parte frontal de la tumba, enfrente del sarcófago, había tres esculturas: la del medio representaba la identidad del muerto, y las que estaban a cada lado eran guardianes. Luego añadían grandes lajas de piedra a los lados y en la parte superior y lo cubrían de tierra formando un montículo que, para ellos, simbolizaba el pecho de una mujer o la barriga de una embarazada.
En esa época era frecuente la práctica de «enterramientos secundarios», es decir, que exhumaban los cuerpos para luego volverlos a enterrar en vasijas de cerámica haciendo un agujero en el suelo. De ahí que haya otras tumbas más pequeñas que prácticamente pasan desapercibidas al lado de la majestuosidad de las otras tumbas de mayor tamaño y que contienen decenas de estatuas.
Fuente de Lavapatas
Seguimos caminando hasta llegar a la Fuente de Lavapatas, una formación rocosa cuya superficie fue aprovechada por escultores de la época para tallar diversas formas. Es una fuente formada por un complejo laberinto de canales y pozos que determinan el sentido de la circulación del agua y que se cree se empleaba para uso ceremonial. En 1937 un campesino informó que había visto, en la quebrada Lavapatas, una rana esculpida y algunos canales. Entonces empezaron las tareas de limpieza, donde se encontraron también fragmentos de cerámica y algunos objetos. Después de la limpieza de la zona se descubrió la actual fuente, donde se hallaron 34 esculturas, varios canales y 3 piscinas en esa fuente.
Con el paso de algunos años, se dieron cuenta que algunos relieves estaban muy afectados no sólo por la acción de la naturaleza, sino también porque algunos habitantes habían elegido la fuente para lavar sus ropas. De este modo se construyó primero un cobertizo para impedir el desgaste que producía el estar expuesta a la intemperie y, posteriormente, se prohibió el uso de la fuente (y por ello hay un guardia de seguridad mientras el parque está abierto). Originalmente, el agua accedía a la fuente por tres bocas de entrada, cubría uniformemente los grabados y formaba pequeñas cascadas. Actualmente se puede apreciar solo una parte de los grabados.
Alto de Lavapatas
Por una cuesta empinada que terminaba en muchos escalones, llegamos al Alto de Lavapatas, un monte que también fue utilizado como zona de viviendas y, posteriormente, se dedicó a entierros. Al sur del montículo se encontraron 11 tumbas pequeñas ovaladas que se cree fue un cementerio infantil.
Desde este alto se tiene una preciosa panorámica de San Agustín y alrededores. Y, ahí, decidimos comer lo que habíamos preparado en la casa de nuestro couch. Nos quedamos maravillados contemplando las vistas y empapados de una sensación de paz y tranquilidad.
Después de un rato, decidimos ponernos de nuevo en marcha y continuar el camino.
Mesita B
Esta «mesita» se encuentra en la cima de una loma aplanada artificialmente que fue una zona residencial relativamente densa y donde, posteriormente, se construyeron tres grandes montículos funerarios con un mínimo de 63 estatuas. También se encontraron diversas tumbas simples de varios períodos arqueológicos, algunas de ellas están abiertas para que se puedan observar. Es el más elaborado del complejo Mesitas.
Una de las estatuas más conocidas es la llamada «la partera», una gran laja de piedra rematada a cada extremo por una cabeza y dividida en el centro por dos lineas paralelas; la parte superior sostiene un niño por los pies. Otra estatua de gran valor es una cara con forma de triángulo invertido, grandes ojos y dientes afilados; su valor viene de la raya que le cruza la cara y que distingue la parte que estuvo expuesta a la que estuvo, durante años, enterrada.
Bosque de las estatuas
Cerca de la entrada al parque, justo enfrente del Museo, se encuentra este bosque en donde se han ubicado más de 35 estatuas encontradas en las Mesitas. Lamentablemente no hay ni un solo cartel explicativo, por lo que el único recurso que podemos usar es la imaginación.
Y ahí terminó nuestro paseo por el Parque Arqueológico de San Agustín. Emprendimos de nuevo el camino hasta el pueblo, caminando por la carretera, hasta llegar al centro. Nuestro couch nos invitó a ir con él y unos amigos a tomar algo, así que fuimos a un bar a tomar unas cervezas y bailar un poco. Regresamos no muy tarde ya que al día siguiente debíamos madrugar para ir a Popayán.
Muchas gracias Stiven (y familia) y Felipe por hacer de nuestro paso por San Agustín algo inolvidable.
Información que te puede interesar:

¿Cuándo fuimos?: Finales de junio de 2012

Bus de Bogotá a San Agustín:
– 60.000COP/persona
– 9 horas (aprox.)
Parque arqueológico:
– 10.000COP/persona
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