De Quito nos fuimos hacia Latacunga, a escasas 2 horas de distancia. Allá, como siempre, dedicamos un buen rato a investigar los hoteles/hostales más económicos. Después de un buen rato, dimos con uno que no estaba del todo mal; dejamos las mochilas y nos fuimos a dar un paseo en busca de un lugar para cenar. No nos acostamos muy tarde porque al día siguiente habíamos quedado con dos personas de couchsurfing para ir a la laguna Quilotoa.
Esta excursión se puede realizar de dos maneras: mediante agencia o por tu cuenta. Por supuesto, la primera opción es bastante más cara, aunque mucho más cómoda también. Nosotros nos decidimos por la segunda. Para llegar hasta allá, desde Latacunga, hay que tomar primero un bus a Zumbahua y, una vez allá, una camioneta para llegar a la laguna (no es factible hacer ese trayecto caminando).
La Laguna Verde del Quilotoa |
En la «entrada» hay un restaurante, una zona dedicada a la venta de artesanías y un mirador. Se puede escoger entre quedarse en el mirador y observar el imponente paisaje desde altura (unos 3.000 msnm), caminar por el perímetro o aventurarse a bajar por un sendero, con gran inclinación, que llega hasta la laguna misma. Obviamente, nosotros elegimos llegar hasta el agua. En algunos tramos del camino, la tierra está tan suelta que parece arena y esto provoca que sea algo más dificultoso. Una de las chicas con las que íbamos se cayó un par de veces; nosotros, milagrosamente, no. Nos encantó el paisaje a medida que íbamos descendiendo. El aire puro, la belleza del entorno, el contacto con la naturaleza, y el esfuerzo en llegar hasta nuestro objetivo, son sensaciones difíciles de describir. Muchas veces en Ecuador nos sentimos uno con cada ser (animal o vegetal) que nos rodeaba, en libertad. Ésta fue una de esas ocasiones.
El camino deja de ser de tierra para dar paso a un breve camino de montaña. Cuando llegamos a la laguna, nos recibió un rebaño de ovejas conducido por una pareja indígena y un perro. Nos pareció que no había mejor lugar para comer, así que sacamos lo que teníamos y compartimos entre todos. De repente se puso a llover, así que buscamos un refugio donde esperar a que amainara, algo preocupados porque aún nos faltaba regresar y, con lluvia, sería el doble de difícil. No hemos dicho que encontramos el refugio en una pequeña casita con una silla que servía también de almacén de refrescos y «oficina» de alquiler de caballos y kayacs (aunque se supone que lo prohibieron después del ahogamiento de un extranjero). Allá también había un cartel que anunciaba una especie de hotel.
Cuando cesó la lluvia, emprendimos nuestro ascenso, con mucha calma, pues la inclinación y la altitud es considerable. Como las paradas eran obligatorias cada pocos minutos, aprovechábamos cada lapso de tiempo para recuperar algo de aliento y seguir deleitándonos con ese mágico escenario. Cualquier roca invitaba a sentarse en ella, agradecer cada segundo allá y relajarse.
Tardamos el doble de tiempo en subir, en relación con lo que tardamos en bajar, pero no teníamos prisa.
Una vez arriba, una pareja comentó que pasaba un autobús que llevaba directo a Latacunga, así que decidimos esperar. Empezamos a sospechar cuando esa pareja desapareció, así que preguntamos a gente de allá. No era cierto. No entendimos muy bien lo que intentaron decirnos (algo que nos pasó muy frecuentemente en Ecuador), pero la cuestión es que no pasaba ningún bus. Al final contratamos un taxi para que nos llevara a Zumbahua. Se nos unió un chico más y, juntos, esperamos pacientemente que apareciera el bus hacia Latacunga.
Después de algún ligero enfrentamiento por un asiento (cuando uno está cansado batalla por lo más básico), logramos sentarnos en la parte de atrás y, mientras Oscar perdía la batalla contra el sueño, Javita entabló una interesante conversación con su vecino, un chico de 22 años, militar, con el corazón roto.
Cuando llegamos a Latacunga, el grupo se disolvió, pero queda el buen recuerdo de esas pocas horas compartidas en un lugar tan hermoso.
La Mama Negra |
Al día siguiente decidimos ir a pasear por la ciudad antes de continuar nuestro recorrido. Lo más interesante que tiene Latacunga son las esculturas relacionadas con la festividad de la Mama Negra: el Angel de la estrella, el Abanderado, el Capitán, el Rey y la Mama Negra (siempre es un hombre disfrazado de mujer, a quien se le pinta la cara o se le pone una careta adornada). Nosotros recorrimos todas las calles en busca de cada uno de los integrantes de la misma.
Otro lugar bonito es el Parque Vicente León, lleno de diferentes flores preciosas. También hay alguna iglesia y poco más. Nosotros esperamos a que llegara la hora de tomar el bus que nos llevaría a Puerto López (parando primero en Portoviejo) en ese parque y luego nos fuimos al punto desde donde salía nuestro transporte.
Información que te puede interesar:
* ¿Cuándo fuimos?: Mediados de julio de 2012
*Bus de Quito a Latacunga:
– 1,70$/persona
– 1.30-2 horas
*Laguna Quilotoa:
– Bus Latacunga a Zumbahua: 2$/persona; 2 horas
– Camioneta Zumbahua a Laguna Verde Quilotoa: 1$/persona (en función de las personas que vayan)
– Entrada: 2$/persona (los nacionales pagan 1$)
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