La vida es una película en la que tú eliges si ser el protagonista o un mero espectador.

Maceió

«M» de mar,
«A» de amor,
«C» de carinho, sol e mar de Maceió,
«E» de eterno,
«I» do ilusão,
«O», Maceió, voçê robou meu coração…
Con este inicio de post, creemos que lo decimos todo. ¡Nos encantó! No hay otro lugar en todo Brasil donde nos hayan acribillado tanto los mosquitos y donde un guía haya sido tan antipático con nosotros… pero aún así el recuerdo que tenemos de esa ciudad y sobre todo de sus alrededores son de los mejores.

Llegamos a Maceió por hacer una parada entre Recife y Salvador y no darnos la gran paliza en bus. Como sabíamos que llegaríamos de noche, reservamos habitación en una pousada. Queríamos ir caminando pero por suerte miramos antes el mapa, pues estaba a unos kilómetros de la estación. Cogimos un taxi y nos dirigimos hacia Pajuçara, la zona donde nos íbamos a alojar.
La pousada no estaba mal, aunque infestada de mosquitos… como casi toda la ciudad. Había varios en la habitación, así que dejamos las cosas y fuimos al supermercado, a por provisiones. Compramos un antimosquitos de exterior, de esos con forma de espiral que se prenden. Lo encendimos y nos fuimos a cenar. Al volver, la habitación apestaba… y los mosquitos se partían de risa al ver a este par de humanos ahumados. En fin, seguramente si los han hecho para exterior, será por algo.
Nuestro camino en busca de las piscinas naturales
Al día siguiente, tomamos desayuno y nos fuimos a pasear por la playa. Queríamos ir a unas piscinas naturales que se forman con la marea baja a un par de kilómetros de la costa. No habíamos calculado las horas de marea alta y, como no queríamos pagar una «jangada» (bote) para que nos llevara ese trayecto tan corto, decidimos ir caminando por donde menos cubría. Fuimos poco a poco, hasta que nos topamos con dos hombres que regresaban, también caminando, con su pesca. Les preguntamos si íbamos por buen camino para llegar a las piscinas y nos aconsejaron dar media vuelta ya que estaba a punto de empezar a subir la marea (algo, para nosotros, imperceptible) ypodría resultar muy peligroso. Así que, nos fuimos a dar un paseo por la ciudad.
Barra de Sao Miguel
Al día siguiente, contratamos un tour (no somos muy amantes de ellos, pero a veces son necesarios para no perder mucho tiempo en transporte). Hicimos una breve parada de 20 minutos en la Praia do Francés, un pequeño pueblo en cuya playa había carteles advirtiendo del peligro de ahogamientos. De ahí fuimos a la Barra São Miguel, una playa flanqueada por una barra de coral que calma sus aguas. En ese lugar, la visita también fue breve y, básicamente, fue para que algunos de nuestros compañeros de tour se montaran en un barquito que los llevaría a la Praia do Gunga, donde nos quedaríamos más tiempo. Nosotros, por supuesto, dimos un corto paseo y continuamos en la van hasta la otra playa (el coste del barquito se paga aparte).
Justo antes de llegar a la playa, pasamos por una inmensa plantación de cocoteros que se convierten en una sábana verdosa que precede el mar. Nos bajamos de la van en la playa, nos querían convencer que teníamos que comer en uno de sus restaurantes… pero lo que no sabían es que nosotros ya llevábamos nuestra comida. Decidimos pasear un rato, ya que nos quedaban un par de horas por delante. Empezamos a caminar por la orilla, al principio nos íbamos cruzando con algunas personas, pero a medida que nos íbamos alejando, cada vez había menos. Algunos pasaron con quads o boogies, otros pocos a pie. A un lado teníamos los cocoteros y al otro el mar, ¿podría haber algo más idílico?
Un mar de cocoteros, junto a la Praia do Gunga
Y ahí, en esa hermosa playa que invita a relajarse, ocurrió el milagro. La cámara pequeña que, misteriosamente, dejó de funcionar correctamente meses antes… ¡recobró la vida!
Seguimos, emocionados, caminando ya de regreso y nos sentamos en una de las tantas sillas para comer algo en una de las tantas mesas. 
Al cabo de un rato llegó el momento de marcharnos de ese paradisiaco lugar y volver a la van, con la única cosa negativa del día: ese guía que a pesar de pedirle que hablara algo más lento, no nos hizo el menor caso y consiguió que no nos enteráramos ni de la mitad de las cosas de las que explicó.
A pesar de todo, nuestra estancia en Maceió fue realmente positiva.
Información que te puede interesar:

* ¿Cuándo fuimos?: Mediados de octubre de 2012

* Bus de Recife a Maceió
– 44,50R / persona
* Buses urbanos de Maceió
– 2,50R / persona
* Alojamiento Pousada Bonaparte
– Habitación compartida con baño privado
– 69R / noche

* Tour Praia do Frances, Barra de São Miguel, Praia do Gunga
– Todo el día
– 25R / persona

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