La vida es una película en la que tú eliges si ser el protagonista o un mero espectador.

Salvador – Chapada Diamantina

Llegamos a Salvador, después de más de 10 horas de autobús, sobre las 5 de la mañana. Apenas había 3 o 4 locales abiertos en la «rodoviaria» (estación de buses), así que compramos un par de jugos y nos comimos unas galletas que habíamos comprado la tarde antes.
Esperamos que se hiciera una hora prudencial para acercarnos a la casa de Paulo, el chico de couchsurfing que nos ofreció alojamiento. Llegamos cerca su casa sobre las 7h y le mandamos un mensaje, para no despertarlo pero para que, apenas abriera un ojo, supiera que ya estábamos por ahí. Así que fuimos a una cafetería, un lugar cómodo donde esperar.

Barra
Las 9h nos pareció una hora más que razonable para llamar y así lo hicimos… por suerte, porque seguía durmiendo. Nos instalamos en su casa y descansamos un rato (pues aunque los buses brasileros son bastante cómodos, no son una cama). Cuando nos despertamos, Paulo y su novia nos ofrecieron acompañarlos a la playa, como estábamos resfriados y queríamos buscar un dive center para hacer alguna inmersión, los acompañamos un rato y luego nos fuimos a averiguar precios. De camino a la Praia da Barra, nos explicaron que en el punto donde hoy hay un Yatch Club fue el primer asentamiento portugués de Salvador antes de que se fundara la ciudad.
Acaraje, dispuesto para ser comido
Por la noche, nos fuimos los 4 a cenar «acarajé» a un puestito callejero cerca de su casa. ¡Riquísimo! El Acarajé es una comida típica de Salvador, elaborada por las mujeres baianas (las mujeres de este estado). Nació como ofrenda a los orixas, dioses de la religión Candomblé. Con el tiempo, las mujeres (tanto esclavas, como no esclavas) empezaron a preparar mayor cantidad y a venderlos por las calles. Desde entonces, se mantiene esa tradición.
El Acarajé es una masa de «feijao» (alubias) frito en aceite de dendé (una palma originaria de África), el resultado es parecido a una pelota marrón oscuro que parten por la mitad y rellenan con una pasta (vatapá), pimenta (salsa picante), camarones y tomate verde. ¿Te parece poco atractiva la descripción? Seguramente, pero es obligatorio probarlo.
Después nos fuimos a dormir, pues seguíamos agotados del viaje.
Al día siguiente, nos fuimos caminando, desde el barrio de la Vitória al centro histórico: Pelourinho. Tardamos 1h aproximadamente, recorriendo toda la avenida Sete de Setembro. En ese trayecto, pudimos comprobar que bordeando el mar hay un gran desnivel, una calle está a nivel de mar y la paralela unos 20 o 30 metros más arriba. Nos contaron que es debido a que la ciudad está construida sobre una falla.
Llegamos al elevador Lacerda, que conecta la parte alta con la baja y desde donde se tiene una preciosa vista del fuerte (rodeado de agua y al que se accede en lancha), del mercado central (donde antes se vendían productos como harina, azúcar, tejidos, esclavos,…; con la abolición de la esclavitud y la creación de dos grandes supermercados cerca, dicho mercado pasó a acoger artesanía), el puerto, etc.
Museo das Baianas
La simpatica bahiana del museo
A continuación llegamos a la Praça de Sé, donde en dirección al mar se halla una enorme escultura con forma de cruz, indicando el lugar donde existió la catedral años atrás. Allá mismo nos topamos con el Museo das Baianas, un pequeño local que recoge la historia resumida de la mujer baiana. Lo más interesante, como no, es lo que cuentan las chicas que atienden el museo, ataviadas con la indumentaria típica.
Entre otras cosas dignas de mención:
– Las baianas, con las mismas ropas, existen desde la época de la esclavitud; son las que preparan y venden el acarajé (que hoy en día es su medio de sustentar a sus familias).
– La vestimenta de las baianas sigue siempre el mismo patrón: faldones anchos, blusones y pañuelo en la cabeza. Según la ocasión usan unos colores u otros: por ejemplo, el blanco y los bordados son usados en celebraciones religiosas (cuanto más bordado, más elegante), el blanco y rosa los usan las mujeres en ritos de iniciación religiosa, las faldas estampadas y muy coloridas son usadas en fiestas (sambas, etc.). Uno de los trajes, compuesto por falda negra recta, blusa blanca y muchos collares, representa a las mujeres no esclavas que se unieron, reuniendo su propio dinero y el de otros, para liberar a los esclavos; hasta el día de hoy, se celebra una fiesta anual en su honor.
– Las comidas típicas que preparan estas mujeres son el acarajé y el bolo de estudiente (masa de feijao frita qe se cubre con azúcar y canela)… ¡riquísimo!
– En Brasil coexisten diversas religiones, una de ellas es el Candomblé, de origen africano y con mayor presencia en Salvador. Es una religión politeista y animista, ligada a la naturaleza y rinden culto a los orixás. Dicha religión, como de costumbre, estuvo prohibida por la iglesia católica. Por ese motivo, cada uno de sus dioses se identifica con un santo católico. De esta manera, aparentemente rezaban a un santo determinado, aunque en realidad lo hacían a sus propios dioses.
– Los dioses se llaman Orixás; cada uno tiene asociado un día de la semana, un color, unos atributos concretos,…
– Como amuleto para la protección usan collares de cuentas (según el color se rifieren a un orixá o a otro) y tiras de telas de colores (conocidas como «fitas») en coches, casas, rejas, etc. y representan una ofrenda y, a su vez, una petición (se hacen 3 nudos y, por cada uno, se realiza un pedido).
– Una gran contrariedad de la iglesia católica era prohibir a los esclavos que profesaran otra religión diferente a la católica y, a su vez, prohibirles la entrada en las iglesias. Por ello, contruyeron la Igreja de N.S. del Rosario dos Homens Pretos (de los hombres negros).
Pelourinho
El hermoso y colorido barrio de Pelourinho
Después del museo, seguimos nuestro paseo hacia el centro, hacia Largo do Pelourinho (la calle más conocida de Salvador, cuya característica más llamativa son las casitas de colores). En uno de los comercios, puedes pagar una entrada para subir al balcón donde Michael Jackson hizo una aparición en su videoclip «They don’t care about us».
Este lugar era donde antiguamente se castigaba a los esclavos. Recibe su nombre por los pelourinhos (picotas) donde se les impartía «justicia» en esa época.
Igreja dos Homens Pretos, en Pelourinho
Hicimos un recorrido por todas las iglesias del centro, algunas estaban abiertas y valía la pena entrar y recorrerlas en su interior. También pudimos observar gran variedad de artesanía típica y originales instrumentos musicales. Estuvimos buscando la Igreja dos Homens Pretos, pues dada su importancia creímos que era un lugar de visita obligada… al lado del resto de iglesias, pasa totalmente desapercibida. Teniendo en cuenta que su construcción fue financiada por personas negras, no es muy extraño que no tenga el lujo del resto de construcciones financiadas por los «austeros» religiosos de almas caritativas.
En la calle se venden algunas pinturas que son extraordinariamente bellas. Por respeto a los artistas, al igual que a la mayoría de personas con las que nos cruzamos, pedimos permiso para tomar fotografías de ellos o de sus producciones. Desde aquí, queremos agradecer a todos quienes nos permiten captar en una imagen el arte, aunque a veces no haga justicia al original.
Diving / buceo
Al día siguiente, bien temprano en la mañana, y con una gran emoción, nos dirigimos al dive center donde habíamos contratado las inmersiones. ¡Por fin íbamos a bucear de nuevo! Después de tantos meses, lo echábamos mucho de menos. Bucear en Brasil, no es barato.
El olor a neopreno, ese traje ajustado e incómodo que se convierte en tu segunda piel en el agua… Nos equipamos y fuimos hacia la playa, donde nos esperaba la barca que nos llevaría mar adentro.
Hicimos una muy buena primera inmersión y nos dirigimos a hacer la segunda, que fue ¡increible! La lástima es que nos la hicieron terminar porque había una corriente muy fuerte. Fue espectacular, como si estuviéramos en una enorme pecera. No queríamos salir, pero hay que ser responsables en este tipo de actividades y si el responsable del grupo decide terminar la inmersión… no hay otro remedio.
Después de esas maravillosas horas, nos fuimos a comer, otra de las pasiones de Javita.
Algunas fitas en la verja de Senhor do Bomfin
Por la noche, Paulo nos llevó a la Igreja do Senhor do Bonfim y nos regaló unas fitas. Siguiendo la tradición, pusimos una de ellas, pidiendo un deseo por cada nudo hecho. Dicen que solo se cumplen las peticiones si te han regalado las fitas… ¡muchas gracias, Paulo! Las seguimos llevando puestas.
Continuamos con el recorrido nocturno, pasando por un fuerte lleno de parejas manifestándose su amor, y terminamos en Rio Vermelho, donde cenamos acarajé y, obviamente, bebimos cervezas con unos amigos de Paulo.
Chapada diamantina
Al día siguiente, por la noche, nos fuimos con Paulo y su novia y con Clement, otro chico que se alojó en su casa, a Chapada Diamantina. Cogimos el bus por la noche y llegamos muy temprano al Vale do Capao. Nos habían dicho que Chapada diamantina es un lugar muy especial, donde se nota mucha energía, así que fuimos con la mente abierta dispuestos a experimentarlo.
Desayunamos y fuimos a buscar alojamiento. Paulo nos llevó a un lugar donde reservamos una cabañita, con la cama en el piso de arriba, muy bonita. Dejamos las cosas y fuimos a pasear por el pueblo y por los alrededores. Hay varios treks que se pueden hacer, nosotros elegimos uno sencillito y cercano, a una especie de «cachoeira» (cascada). Fuimos por caminitos atravesando bosques, hasta llegar a un río, pasamos por su lado y seguimos por unas formaciones rocosas interesantes, donde había agua acumulada. Seguimos adentrándonos en el valle, hasta llegar a una pared de roca desgastada por el agua, nuestros compañeros se quedaron abajo, mientras nosotros tomábamos algunas fotos.
Después de tomar un par de fotos, Oscar quiso continuar pero dio un mal paso y se resbaló. Bajó bastantes metros cayendo a toda velocidad sin que viéramos cómo podría parar. Por suerte, pudo parar antes de meterse por debajo de una gran roca que estaba al final de su bajada, aunque lamentablemente la cámara que llevaba no tuvo tanta suerte. El objetivo de la cámara acabó destrozado y Oscar terminó todo machacado, con raspadas y moratones, así que decidimos volver a la cabaña a descansar un poco, pasando antes por el consultorio médico. Clement le ofreció un calmante y se ofreció a ir a comprar algo para nosotros, realmente amable.
Ese lugar tan romántico al inicio, resultó ser una tortura para Oscar, pues debía subir y bajar escaleras cada vez que quería ir al baño.
Un spa realmente natural
Durante dos días, nos limitamos a breves paseos por Capao. Después nos fuimos a Palmeiras, un pequeño pueblo con algunas hermosas construcciones. De ahí, nos fuimos a Lençois, un bonito pueblo muy turístico (y, por supuesto, algo caro) donde encontramos una bonita pousada con piscina. Por fin, pudimos hacer una excursión para conocer los alrededores ya que Oscar estaba mucho mejor de la caida. Decidimos ir al Poço Halley, aunque lo que más nos gustó fue el paseo hasta llegar allí (tememos que es algo complicado llegar pues no hay indicación y nadie sabía decirnos dónde estaba exactamente). Nos quedamos un buen rato allí, bañándonos en el pozo y sintiendo la fuerza del agua q caía en forma de pequeñas cascadas. Metimos los pies en remojo y acto seguido vinieron los pececitos a hacernos cosquillas.
Al día siguiente, nos juntamos con el resto del grupo, dimos una vuelta y regresamos a Salvador, donde pasamos un día más antes de ir a nuestro siguiente destino.
Desde aquí queremos agradecer la hospitalidad de Paulo, que fue muy amable con nosotros.
Información que te puede interesar:

* ¿Cuándo fuimos?: Finales de octubre de 2012
* Bus de Maceió a Salvador
– 10 horas
– 95,41R / persona
* Bus urbano en Salvador
– 2,80R / persona

* Inmersiones en Salvador (Cavo Artemidi)
– Toda la mañana
– 250R / persona

* Bus de Salvador a Palmeiras (Chapada Diamantina)
– 7 horas
– 64,10R / persona

* Van de Palmeiras a Capao
– 45 minutos
– 10R / persona

* Hostel Caminhos de Chapada, en Palmeiras 
– Habitación privada con baño privado
-72 R / noche

* Pousada Buona Sorte, en Lençois
– Habitación privada con baño privado
– 80 R / noche

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