El viaje de Porto Seguro a Brasilia «solo» duró 25 horitas. Quizás estábamos tan mentalizados en lo mal que lo íbamos a pasar, lo aburrido que iba a resultar y lo incómodo que iba a ser, que se nos pasó mucho más rápido. Las primeras horas estuvimos completamente solos en el bus, después se subieron algunas personas, pero muy pocas, lo que nos permitió a cada uno ocupar dos asientos y así, cual contorsionistas, ir cambiando de postura.
En algún momento, de forma inesperada, el bus se llenó. No sabemos si lo hemos comentado con anterioridad, pero tenemos un cierto imán con los niños. Pero no con cualquier niño, atraemos en especial a esos niños cuyos padres han abandonado a su suerte y quienes pretenden que sea el resto de la humanidad quienes nos ocupemos de su educación. En fin, estábamos tan felices de haber dormido casi todas las horas que nos sentamos juntos y nos dispusimos a ver una película. No sabíamos muy bien cuál elegir, así que optamos por la más larga que teníamos: El Señor de los Anillos: Las Dos Torres.
Juntos somos imbatibles, aunque por separado… el poder de atracción de Javita para con los mocosos más molestos es inigualable. Ahí estábamos, sentados, lo más cómodos que el reducido espacio nos permitía cuando, oh cielos qué horror… una patada del niño que se había sentado recientemente detrás. Como reacción, un soplido. Segunda patada, resoplido más manifestado. Tercera patada, giro con mirada asesina al padre. Cuarta patada, giro, mirada asesina y petición educada de que el niño dejara de patear el asiento. Por supuesto la barrera lingüística se hace más presente en este tipo de situaciones, pero lo más relajada posible y con educación, Javita se dirigió al padre para que fuera consciente de que la actitud de su hijo era muy molesta. No esperábamos la reacción del padre, quien con una cara más dura que el acero respondió «¿qué puedo hacer? es un niño». No salíamos del asombro. Hay que reconocer la originalidad de su respuesta y que no deja de ser cierta. Aunque quizá se le pasó por alto que siendo él el padre, es el único que puede (y debe) hacer algo. Javita no se detuvo ahí, viendo la reacción de ese sujeto (realmente, cualquiera se puede llamar «padre»), le preguntó si no haría nada y él se mantuvo en que ese mocoso era solo un niño. Ni corta ni perezosa, siguiendo esa lógica aplastante, Javita le explicó que si el niño volvía a dar una patada, ella se sentaría en el asiento que estaba detrás de él (que, casualmente estaba libre) y le daría patadas. En tono chulesco, ese hombrecillo le instó a que lo hiciera. Ella volvió a explicárselo, de tal manera que no tuviera duda alguna de que lo haría. A todo esto, Oscar ya no sabía donde meterse, ésta es una de esas situaciones en las que le gustaría poder teletransportarse… pero, una vez más, no lo consiguió.
Unos minutos después… nueva patada. En esta ocasión, seguida de unos susurros del padre diciéndole a su hijo que no lo volviera a hacer. ¡Hay que ver lo mal que los hijos educan a los padres!
Unas horas después, sin mayores complicaciones, llegamos a nuestro destino. ¡¡Brasilia!! Nos íbamos a alojar en casa de una pareja de couchsurfing, así que apenas llegamos nos cargamos las mochilas y nos fuimos al metro para, después, coger otro autobús e ir a su casa. Lo primero que hicimos fue ducharnos y cambiarnos de ropa. Nos llevaron a la esplanada, una especie de descampado donde había un concierto o algo así. No entendimos muy bien de qué iba todo lo que había organizado ahí. Como no lo entendimos, nos comimos un par de pinchos y nos dispusimos a coger el bus de vuelta. Caminamos un poco hasta llegar a una exposición fotográfica, en medio de la calle, realmente impresionante. Algunas de las imágenes las podríamos disfrutar en persona ya que teníamos planeado estar por esos lugares (Chile, Bolivia, Tailandia,…).
Agotados, regresamos a la casa de nuestros anfitriones.
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Palacio Itamaraty |
Al día siguiente, temprano, nos pusimos en marcha. Cogimos el bus hasta la esplanada, de nuevo. Nos dirigimos a la zona de los ministerios. El orden y planificación urbana de Brasilia (nacida en los años 70) contrasta con el resto de ciudades brasileras, que fueron creciendo a medida que iba aumentando la población. Comimos en el restaurante del ministerio de Relaciones Exteriores, ubicado en el Palácio Itamaraty, recomendado por nuestro anfitrión.
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Interior de la Catedral de Brasilia |
La mayoría de los edificios fueron diseñados por el arquitecto Oscar Niemeyer. Las construcciones no son especialmente complejas, pero en su sencillez radica su belleza y atractivo. Fuimos al congreso, para averiguar cuándo se podía visitar. Recién habían empezado el descanso para almorzar, así que decidimos ir a la Catedral. Una de las iglesias más espectaculares que hemos visto. Original, moderna, pero a su vez acogedora. Por fuera tiene forma de corona y, por dentro, parece una tienda india donde la parte superior está formada por inmensas vidrieras que permiten la entrada de luz natural.
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Vista desde la torre de telecomunicaciones |
Después de ese encuentro religioso, decidimos ir a la torre de telecomunicaciones desde donde, según nos habían dicho, se podían disfrutar unas vistas increibles. Nos llevamos una muy grata sorpresa al llegar ahí: ¡entrada gratuita! Subimos en ascensor y pudimos contemplar, a un lado, la simetría de la ciudad y, al otro, la reconstrucción del Estadio Nacional que iba a albergar varios de los partidos del Mundial de Brasil 2014.
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Edificios del Congreso Nacional |
Al día siguiente, volvimos al Congreso Nacional para una visita guiada (y gratuita). Los edificios del Congreso y el Senado también son obra del Sr. Niemeyer, fueron inaugurados en 1960 y representan una esfera partida en dos. El Congreso se sitúa en la parte inferior de la esfera, es la cúpula mayor y simboliza que éste está abierto para todas las ideologías; mientras que el Senado se ubica en lo que sería la parte superior de la esfera, y representa que es un lugar de reflexión, ponderación y equilibrio. En la entrada del Congreso hay una especie de jardín interior, protegido por ventanales y al que le llega luz natural desde la parte superior y también cuenta con algunas piezas de arte. Fue una visita realmente interesante.
Entre ambas construcciones, en la parte posterior, hay dos torres altas que albergan las oficinas del Congreso nacional.
Seguimos caminando, dejando atrás el Congreso y nos dirigimos hasta el Pavilhão Nacional, un mástil de 100 metros de altura inaugurado en 1972 que ondea una bandera de 286 metros cuadrados. Este mástil está formado por 24 tubos de hierro que representaban los 24 estados brasileros de la época (actualmente son 27).
Y ahí, dimos por concluido nuestro paseo por la capital del país. Una ciudad que nos encantó, a pesar de no tener mucha sombra donde escapar del sol abrasador del interior de Brasil.
Información que te puede interesar:
* ¿Cuándo fuimos?: principios de noviembre de 2012
* Bus de Porto Seguro a Brasilia:
– 25 horas
– 210,15R / persona
* Metro:
– 2R / persona
* Bus urbano:
– 2R / persona