La vida es una película en la que tú eliges si ser el protagonista o un mero espectador.

Paraty

Desde Rio, tras algo más de 4 horas en bus, llegamos a Paraty. Como siempre, con la mochila al hombro, nos fuimos a buscar alojamiento. Decidimos que Oscar se quedaría esperando con las mochilas y Javita iría a investigar (hay que comprobar la limpieza de los lugares antes de elegir uno y Javita es experta).
Cuando encontramos el adecuado, dejamos las cosas en el hostel y nos fuimos a pasear, para hacernos una idea de cómo era el pueblo y qué ofrecía.
Una de las calles de Paraty
Y Paraty tiene mucho que ofrecer. Recorrimos varias veces su centro historico, con edificios coloniales de color blanco, con calles y plazas empedradas, sin un solo coche, que invitan a ser recorridas tanto de dia como de noche

– Praia do Sono –
Nuestro despertador fue una pareja de holandeses con quienes compartíamos habitación y quienes encendieron el aire acondicionado en cuanto se despertaron. Parece que habían tenido sueños cálidos, porque lo pusieron a 20 grados… y se fueron. Nosotros lo apagamos. Luego volvieron y lo encendieron de nuevo… para irse otra vez. Decidimos que no nos convencía ese juego a primera hora de la mañana, así que aprovechamos para levantarnos.
Desayunamos en el hostel y nos fuimos a la rodoviaria (estación de buses). Después de unos 15 minutos, llegó nuestro bus. Había muchos niños, pero todos esperaron a que entráramos los adultos. Nuestra buena impresión duró poco, lo justo hasta que todos se ubicaron detrás nuestro (como no podía ser de otra manera) y empezaron a montar un alboroto.
Tardamos como una hora en llegar a la última parada (en Vila Oratorio), donde debíamos bajar. Un hombre que pasaba por allá, y que nos vio algo perdidos, nos indicó por dónde debíamos ir. Justo detrás de la parada, empieza la trilha (camino). El inicio es a modo de escaleras. Por suerte, el día había mejorado y ya no estaba tan nublado.
La «trilha» de camino a Praia do Sono
Paseamos por paisajes bellísimos, de un verde impactante. Vimos lagartos, mariposas grandes y hermosas, colibríes, hormigas culonas y otras cabezudas.
Cuando estábamos cerca del final, el camino estaba muy resbaladizo, tanto por el barro como por el musgo de las rocas. Fue un paseo mágico.
A pesar de que, según vimos, el camino se puede hacer en menos de 1 hora, nosotros tardamos hora y media, disfrutando a cada paso de ese maravilloso entorno.
De repente, nos pareció escuchar el sonido del oleaje… señal indudable de que estábamos llegando. Entonces, el camino volvió a convertirse en una cuesta. Parecía que no tenía fin. Al final de unas escaleras, un pequeño mirador y, por fin, una preciosa playa de arena blanca, cuatro personas y cuatro barquitas. Cuando llegamos a la playa, un señor nos comentó que podíamos volver en barco cuando quisiéramos, pero que él saldría a las cinco.
Mirando al mar
Encontramos bastantes lugares donde tomar algo y mucha infraestructura para acampar. Suponemos que al haber llegado después de un fin de semana largo (jueves y martes habían sido festivos), ya lo habían cerrado casi todo. Se terminaba la temporada alta.
Nos sentamos en unos bancos de madera, dispuestos a comer una ensalada de patatas que habíamos preparado, cuando nos dimos cuenta que nos habíamos olvidado los cubiertos. Era muy difícil comerla con las manos, así que pensamos qué haría McGyver en nuestro lugar, y usamos la tapa del móvil (después de limpiarla con alcohol gel, por supuesto) a modo de cuchara.
En fin, fuimos en busca de una cachoeira (cascada) que nos habían dicho que había por la zona. Según las indicaciones, pasada la iglesia sale un caminito que, supuestamente, conduce a ella. Empezamos a andar y un señor nos dijo que íbamos mal encaminados, seeguimos por donde él dijo, pero no encontramos nada. Vimos un río y lo seguimos un rato, pero ni rastro de la cascada.
Javita equilibrista
Regresamos a la playa, donde encontramos una cinta de las que ponen entre los árboles y se suben para hacer equilibrios. Como no había nadie, nos animamos y lo probamos. Dos pasos y al suelo.
Fuimos en busca de Joel, el barquero que nos dijo que saldría a las 17h. Aún no era la hora, pero acababa de salir. Le silbamos e hicimos señas, a las que respondió con otras señas… que no entendimos. Continuó alejándose.
Le preguntamos a otro y nos dijo que teníamos que esperar a Joel. Eso hicimos, hasta que nos cansamos y le preguntamos a otro barquero que, como ya tenía otra pareja, nos llevó. Valió la pena el regreso en barco, el agua pasó de un color turquesa a otro esmeralda, impresionante.
Llegamos a Laranjeiras, donde tuvimos que esperar a que llegara una van para llevarnos a la parada de autobús. Como no teníamos ni idea de los horarios, nos cruzamos con el bus que iba a Paraty y nos tocó esperar 1 hora.
– Trindade –
Al siguiente día nos levantamos a las 9.30h ya que el check out era a las 10h. Desayunamos con el resto del hostel al completo, la mayoría brasileños. Se nos presentaba un día muy largo ya que esa noche nos íbamos a Sao Paulo, así que decidimos ir a Trindade.
Volvimos a la habitación a preparar las mochilas y nos encontramos con un chico nuevo. Javita se puso a hablar con él y le preguntó si quería venir con nosotros, ya que estaba «sozinho». Accedió y nos propuso dónde ir a comer, justo al frente del hostel, comimos un «prato feito de peixe»… delicioso. Después nos fuimos a la rodoviaria y esperamos el bus.
En unos 45 minutos llegamos a la última parada. No sabíamos muy bien para dónde debíamos ir (es lo que tiene no contratar tour ni guía). Nuestro nuevo amigo le preguntó a un chico, quien dijo que justo enfrente había una playa pero también había «trilhas».
¿Alguien dijo olas?
Primero fuimos a la Praia do Meio, una preciosa cala con una gran roca donde rompían las olas. Subimos a él medio escalando, y desde alli pudimos disfrutar de un fascinante espectáculo: las olas chocando entre sí y rompiendo en las rocas.
Después de un rato disfrutando del estruendo, bajamos por el lado fácil (que no habíamos visto antes, por supuesto) y seguimos andando sin destino determinado. Llegamos a un manglar y nos fuimos por el camino de la derecha, que va hacia unas cachoeiras. Pasamos por un cartel que indicaba: Poço Fondo y Pedra que engole. Poco después, encontramos un río y un par de pequeñas cascadas, y el pozo, donde había un grupo con un perro bañándose.
Seguimos caminando y llegamos a otro lugar donde también había un reducido grupo, nos preguntaron si buscábamos la «pedra que engole» (la piedra que engulle) y nos dijeron que era ese enorme pedrusco. No acabábamos de entender a qué se referían, más bien nos parecía que nos tomaban el pelo. Vista nuestra incredulidad, nos explicaron que se entraba por un pequeño orificio por donde caía el agua formando una cortina y se salía por el otro extremo. Claro, ahora sí tenía sentido… Les reímos la gracia. Ellos insistieron. Como vieron que no iba a ser fácil convencernos, nos lo quisieron demostrar. El padre con su hijo se metieron por la parte superior y salieron por donde estábamos nosotros. Nos quedamos alucinados.
Nos miramos y, dejando de lado los contras (como que el agua estaba helada), pensamos que ya que estábamos ahí… Primero se metió Oscar, el agua estaba más fría de lo que pensábamos. Nos reunimos debajo de esa gran roca que, apoyada sobre otras, dejaba una cavidad en la que podían estar varias personas sin problema y entonces salimos por el otro agujero, uno detrás del otro. Fue divertido.
Francisco saliendo por donde no era
Nuestro nuevo amigo fue el siguiente, a quien le tomamos fotos. Él decidió hacer el recorrido en sentido inverso. Fue divertido verlo salir arrastrandose por el huequecito de la entrada. Después emprendimos el camino de regreso. Llegamos a la parada de bus, donde ya había gente, y para hacer tiempo comimos un churro relleno de chocolate y dulce de leche. El remate a un día genial.
De vuelta en el hostel, nos encontramos con algunos de los otros huéspedes, con quienes habíamos desayunado esa mañana. Nos ofrecieron unos «salgadinhos» (cositas fritas con distintos rellenos). La dueña nos dijo que nos podíamos duchar antes de irnos, así que fue perfecto.
Después de la ducha, nos fuimos los tres a cenar una pizza. Volvimos al hostel, recogimos las mochilas, nos despedimos y fuimos a la rodoviaria.
Próxima estación: ¡Sao Paulo!
Información que te puede interesar:

* Cuándo fuimos: tercera semana de noviembre de 2012.
* Bus de Rio a Paraty:
– 4,5h
– 59R / persona
* Alojamiento en Paraty:
– Hostel Recanto Azul (dormitorio de 8 personas, baño compartido, desayuno, cocina, wi-fi)
– 25R / persona
* Bus de Paraty a Vila Oratorio (Praia do Sono):
– 1h
– 3,40R / persona
* Barca de Praia do Sono a Laranjeiras:
– 15 minutos
– 15R / persona
* Bus de Paraty a Trindade:
– 45 minutos
– 3,40R / persona

Más sobre Brasil

Comparte

Facebook
Twitter
Email
WhatsApp

Entradas relacionadas

¿Te atreves a sonreír?

Uno de los cambios más importantes que notamos al empezar a viajar es que dejamos de caminar aislados y alejados del presente, del aquí y

Leer Más >>

Hoy duermes en el sofá

Vaya frasecita, ¿no? ¿Quién no la asocia a una discusión de pareja? Bueno, no a una discusión cualquiera, sino a una discusión monumental. Aparentemente, no

Leer Más >>

Rosario

Al haber pasado más tiempo del previsto inicialmente en Córdoba, tuvimos que acelerar un poco el ritmo del viaje, así que hicimos una visita rápida

Leer Más >>

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *