La vida es una película en la que tú eliges si ser el protagonista o un mero espectador.

Iruya

Madrugamos para salir en el bus de las 8h hacia Iruya, en un bus que iba directo. Llegamos con tiempo de sobra, compramos los pasajes y esperamos. Interrogábamos a cada conductor que llegaba pero ninguno iba a Iruya. Cuando pasaban más de 30 minutos de la hora, fuimos a preguntar y nos dijeron que las carreteras estaban mal debido a las lluvias y el bus no había podido llegar. Por suerte preguntamos, porque no tenían la más mínima intención de avisarnos. Nos devolvieron el dinero y compramos pasaje en otra compañía que no iba directo, así que volvimos a hacer «escala» en Humahuaca.

Vistas desde el asiento del bus a Iruya

Subimos en un bus en el que la mayoría éramos extranjeros. En las paradas siguientes empezó a subir más gente, algunos bastante mayores. Nos sorprendimos cuando vimos que nadie cedía su asiento, ni extranjeros ni locales. Entonces subió una pareja de abuelitos muy mayores, el asiento de delante de Javita quedó libre y se sentó la señora, así que ella se levantó a ceder su asiento al marido. Nadie más se levantó para el resto de gente mayor. Parece ser que, lamentablemente, el respeto a las personas mayores se ha perdido.

Llegamos a Humahuaca, donde nos tocó esperar una hora y luego ya nos subimos en un bus con destino Iruya. Lo más recomendable es situarse en los asientos opuestos a los del conductor para ver mejor el paisaje.

La distancia entre ambos puntos es de menos de 200 km y se tardan más de 4 horas, pero tanto el paisaje como el pueblo valen la pena. Es un camino con muchísimas curvas, así que si sufres de mareo es mejor tomar una pastilla antes.

Cuando llegamos a Iruya, una chica nos ofreció alojamiento «a una cuadra de la iglesia». En realidad estaba bastante más alejado y, aunque no nos dieron ni papel higiénico, las vistas desde la entrada (donde puedes pasar horas sentado mirado las montañas) son preciosas.

Alrededores de Iruya

El lugar donde nos alojamos «hospedaje Clarisa» (aunque cuando nosotros fuimos no tenía cartel) era algo caótico: primero nos dieron un precio por habitación doble, pero como la que tenían estaba ocupada nos alojaron en otra habitación (en realidad 2 habitaciones, con capacidad para 7 u 8 personas), entonces nos dieron otro precio más caro. Como no queríamos pagar más, les dimos las gracias y les dijimos que no nos quedábamos la habitación, pues el alojamiento de al lado (este sí con cartel) tenía habitaciones dobles y al mismo precio. Nos mantuvieron el precio inicial. Alquilaban las toallas, no daban papel higiénico, no servían desayuno porque tienen una cocina para uso de los huéspedes (pero cada vez que quieres cocinar hay que ir a pedirles lo que quieres exactamente), y tampoco tienen nevera. Solo hay 3 baños para todo el lugar (una capacidad de 30 personas, aprox.) y ellos viven en el piso de arriba, son una familia muy, muy amplia,así que ellos también ocupan los baños que se supone son para los huéspedes. Cuando nosotros fuimos, no había ni la mitad de la ocupación y ya tuvimos problemas con el uso de los baños.

Aún así, a Javita le gustó el lugar.

Después de aclarar el tema del precio de la habitación, dejamos las mochilas y fuimos a comer a un lugar que nos habían recomendado gente del lugar. Es un restaurante en una casa rosada, más allá de donde nos había dejado el bus, dejando a mano izquierda el puente. Comimos muy bien y a muy buen precio.

Por la tarde, descansamos un rato y por la noche, salimos a contemplar las estrellas.

Iruya desde el mirador

Al día siguiente, hicimos más bien poco. Subimos al mirador, lavamos ropa, hicimos las compras y paseamos un poco por el pueblo. Por la tarde, al salir de una tienda, nos encontramos con Núria, a la que habíamos conocido pocos días antes. Se alojó en el mismo lugar que nosotros.

Un rato después, nos juntamos con Núria y Gorka (un malagueño de padre vasco que se alojaba en el mismo lugar), decidimos ir a comprar y preparar la cena juntos. Se nos unió Juan, un argentino al que Gorka había conocido en el bus. Nos lo pasamos muy bien.

Después, todos, nos fuimos a ver un festival de baile que hacían los niños y jóvenes del pueblo, fue bonito.

-San Isidro-

Al día siguiente, desayunamos juntos y los 5 nos fuimos caminito a San Isidro. Hacía un día espectacular, soleado, precioso.

Parte de la fauna local, posando para la foto.

Bajamos hasta el río y lo seguimos, pasando de un lado a otro de vez en cuando. El camino no tiene gran dificultad, aunque hay que ir preparado para el sol. Es un lugar mágico, el paisaje parece irreal, las montañas, los burros, los perros que nos acompañaban a ratos,…

El último tramo para acceder a San Isidro son unas escaleras bastante empinadas. Almorzamos unas empanadas en un restaurante y los 4 nos fuimos al mirador, mientras que Juan regresó a Iruya. Las vistas son espectaculares.

«Camino» entre Iruya y San Isidro.

Después bajamos al río, a una especie de pileta (piscina) que forma el propio río. Nos refrescamos un rato y luego buscamos sombra para sentarnos y hacer algo de relajación los 4. Emprendimos el camino de regreso a Iruya disfrutándolo, casi más que el de ida.

Preparamos una buena cena y nos despedimos de Iruya, pues al día siguiente todos nos íbamos. Seguimos recordando esos días con mucho cariño.

* Bus Tilcara – Humahuaca – Iruya
– 5 horas
– 43 AR$ por persona

* Hospedaje Clarisa
– Habitación privada, baño compartido
– 60 AR$

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