Cuando esperábamos para bajar del bus, ya en Tilcara, Javita conoció a Núria (de Barcelona). Nosotros teníamos una lista con los hostels más baratos, así que se nos unió. El más barato solo tenía 2 camas, nos quedamos nosotros. Dejamos las mochilas y nos fuimos al Pukará (fortaleza), ya que ese día era gratis (parece que son los lunes y no los martes como indicaba nuestra guía).
Nos sentamos en el jardín de cactus del Pukará y nos comimos la tortilla que habíamos preparado el día anterior. Paseamos por nuestra cuenta, recorriendo las «ruinas» (son reconstrucciones). En la parte más alta nos encontramos con las dos españolas, Núria y Umbe. Terminamos el paseo juntos. No sabíamos que la hora de cierre era tan sagrada, así que cuando llegamos a la puerta nos vimos encerrados en las ruinas. Tuvimos que saltar la valla para poder salir.
A la noche encontramos un restaurante donde había carne de llamo a buen precio y, para nuestra sorpresa, espectáculo. Como habíamos llegado temprano al restaurante, cuando terminamos de cenar aún no había empezado el espectáculo, pedimos otra cerveza más y, al cabo de un rato, llegó una pareja con dos niños. Era música folclórica, con instrumentos indígenas. Precioso.
Después de cenar, fuimos a acompañar a Umbe, que estaba sola en el hostel y le daba algo de apuro. Los cuatro valientes, comprobamos que no hubiera nadie indeseado, que las puertas cerraran bien y nos despedimos de ella hasta el día siguiente.
De camino a la Garganta del Diablo |
Nos fuimos con nuestras nuevas amigas hacia la Garganta del diablo. Cuando llegamos al puente, antes de cruzarlo, tomamos el camino de la izquierda. El camino no era nada difícil pero avanzábamos lento porque el paisaje que dejábamos a nuestras espaldas nos obligaba a, cada pocos pasos, parar para observarlo.
Entre el calor y el fuerte sol, no parábamos de beber agua. Nosotros no llevábamos mucha, pero tuvimos suerte y al lado de la caseta donde se paga la entrada a la Garganta, había una fuente con agua de manantial. Llenamos la botella, ya que no pudimos encontrar agua embotellada… y nos encomendamos a todos los dioses para no pillar ninguna enfermedad.
Con la entrada venía un mapa. Bajamos las escaleras hasta una bifurcación, a la derecha la Garganta y a la izquierda la cascada. El chico que nos vendió la entrada, nos aconsejó ir primero a la cascada y después a la Garganta y así lo hicimos. Fuimos caminando por el río, medio escalando en algunos tramos, hasta llegar a la cascada.
Un refrescante chorro de agua, bien fria |
El agua estaba tan fría que solo nos aproximamos un poco para refrescarnos con lo que salpicaba, metimos los pies en el agua y la botella, para que enfriara el agua.
Después de un rato, retomamos el camino hacia la Garganta del diablo. Mientras Umbe y Núria volvieron a la caseta, nosotros bajamos unas escaleras que estaban en una pared vertical, pasamos por una pasarela vertiginosa hasta llegar a un lugar en que las opciones eran ascender a la entrada (y dar por terminado el paseo) o ir por un camino a la izquierda que ofrecía unas vistas espectaculares de la Garganta.
Decidimos avanzar por el caminito hasta que donde pudiera Javita, ya que tiene vértigo. El primer tramo tenía barandilla, así que no resultó tan complicado. Después ya no había protección y solo cabía una persona, a un lado la montaña y al otro el abismo.
Accedimos, por un caminito con precipicio a ambos lados, a una especie de peñón desde donde se tenían preciosas vistas de la Garganta, un cañón formado por un río estrecho que da la impresión de ser una interminable grieta en el suelo.
Después, regresamos por donde habíamos ido y volvimos a la entrada, donde nos esperaba Umbe. Llegamos al pueblo lo más rápido que pudimos y fuimos directos a la terminal, compramos una empanadas y los tres nos subimos a un bus con destino a Purmamarca paracontinuar el dia.
-Purmamarca-
En unos 40 minutos llegamos a nuestro destino. El camino hasta allá, especialmente al principio (a la salida de Tilcara) es precioso. Las montañas tienen franjas horizontales de distintos colores. Bellísimo. Para observarlo mejor, recomendamos sentarse en los asientos de detrás del conductor, a la ida.
Un cerro bien colorido. |
Nada más llegar, nos compramos unos sandwiches y fuimos paseando hasta la iglesia y, de ahí, cogimos el camino hacia el Cerro de los 7 colores. El paseo es hermoso, entre montañas de distintos colores y texturas. Morados, verdes, marrones,… No hay palabras para describir un paisaje único, maravilloso.
Hicimos todo el recorrido entero. Pasamos por una entrada desde donde se accedía a algunas calles y, al fondo, había unas llamas. Fuimos hasta ahí a ver a las llamas. Estaban calmadas y, de repente, empezaron a mostrarse intranquilas y pocos segundos después apareció un hombre para darles de comer. Fue interesante ver la reacción de esos animales ante la llegada de la comida.
Ese mismo hombre nos dijo que era propiedad privada y que no podíamos estar ahí, así que seguimos nuestro camino. A nuestra izquierda encontramos un mirador, una pequeña montaña morada desde donde se tienen unas vistas impresionantes. Seguimos caminando hasta llegar, de nuevo, al pueblo.
Nos tocó esperar bastante tiempo el bus y cuanto más tiempo pasaba, más gente llegaba. Iban apareciendo buses pero ninguno que fuera de regreso a Tilcara. Javita iba informando a todos los que esperaban, tanto en inglés como en castellano, así que se ganó merecidamente un asiento en el bus. Al final fue repleto, con mucha gente de pie.
De regreso en Tilcara, nos despedimos de Umbe, que resultó ser una muy buena compañía todo ese día. Al día siguiente, nosotros cambiábamos de destino.
* Hostel La Albahaca – Habitación compartida, baño compartido, desayuno – 27 AR$ por persona
* Garganta del Diablo – Entrada 5 AR$
* Bus Tilcara – Purmamarca – 30 minutos – 5 AR$ por persona
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