Nos despedimos de Mendoza y nos dispusimos a continuar investigando tierras argentinas, en esta ocasión por el centro del país. Como las distancias son largas y no teníamos un itinerario determinado, mandamos una solicitud de alojamiento a través de Couchsurfing (plataforma que ya usábamos antes de empezar el viaje, mediante la cual ofrecíamos alojamiento) a Alejandro, en San Luís. Decidimos que, si teníamos un sitio donde dormir, pararíamos y, en caso contrario, continuaríamos hasta el siguiente destino. Y es que San Luís no sale en nuestra guía, por lo que era todo un misterio.
Centro
Nueva York en el centro de Argentina |
Nuestro anfitrión nos dio las indicaciones y fácilmente llegamos a su casa, situada en la ciudad vecina de La Punta. Dejamos las mochilas y hablamos un rato con la pareja que se había alojado ahí hasta entonces, quienes estaban recorriendo América en moto. Más tarde, nos fuimos al centro a pasear un poco, para decidir si recomendar parar en esta ciudad o no. En realidad no tiene mucho de interesante. Giramos por una esquina y nos encontramos el Casino New York, decorado con un Empire State building y una estatua de la Libertad… fue lo más curioso del centro. Por supuesto, no podían faltar la plaza principal y la iglesia.
Potrero de los Funes
Nos levantamos con ganas de caminar y, dado que nuestro anfitrión estaba ocupado todo el día, nos recomendó que fuéramos al Potrero de los Funes, que es un pueblo pegado a un embalse que lleva el mismo nombre. Elegimos un precioso día soleado y caluroso para emprender una ruta que nos llevaría unos 15km bajo un sol de justicia. Sí, hay bus pero decidimos ir andando ya que no teníamos prisa.
Empezamos la caminata buscando un lugar donde comprar una botella grande de agua, importante cuando se sale de excursión. También en Argentina, concretamente en Cachi, tuvimos la terrible experiencia de no calcular bien la distancia que recorreríamos y nos quedamos sin agua a medio camino… y sin posibilidad de comprar más o pedir a alguien. No se podía volver a repetir.
Carretera hacia el Potrero de los Funes |
Fuimos por una carretera llena de curvas que nos obligó a caminar muchos más kilómetros que de haber ido en línea recta. Bueno, vale, no hay otro camino, pero viendo el mapa da una rabia… Las temperaturas eran algo elevadas, pero el calor que desprendía el asfalto lo volvía insoportable. Afortunadamente apenas había tráfico y eso hacía del paseo algo tranquilo. De vez en cuando, nos parábamos a contemplar el paisaje que se observaba desde la carretera y eso nos reconfortaba. Algunas veces hemos tenido la sensación de estar pagando algún tipo de penitencia… lo que es raro, dado que todo lo que hemos hecho ha sido por decisión propia y por gusto. En fin, hay momentos de silencio que atraen pensamientos filosóficos.
Llegamos al pueblo, agotados y muertos de calor, con la única motivación de encontrar lo que hace de este lugar algo tan bonito y único. A nuestro pesar nos topamos de bruces con más asfalto: un autódromo (pista de carreras) que rodea parcialmente el embalse.
Después de andar y andar en lo que parecía un camino sin fin, dado que el autódromo está separado del embalse por un alto y extenso muro de hormigón, conseguimos dar con una de las entradas a este pequeño paraíso. Fue como entrar en un mundo paralelo. Dejamos atrás el gris asfalto para dar paso al verde del césped, los árboles, el color de las flores, y la refrescante agua del embalse.
Entendimos porqué le gusta a tanta gente y es que el lugar es bonito, pero si además lo comparas con tanto gris que tuvimos que recorrer para llegar, es increíble. Vimos a varios grupos de amigos y familias enteras que se notaba que habían ido a pasar el día. El lugar dispone de barbacoas, mesas, bancos, baños… de todo para ir a descansar y desconectar del mundanal ruido. Bueno, si no encuentras a los típicos DJ’s frustrados que rompen la paz y armonía con lo que solo ellos pueden considerar que es «música».
En fin, compramos una bebida fresquita en uno de los chiringuitos y nos sentamos, dispuestos a descansar un poco después de nuestra larga caminata y a observar el bello entorno, mientras saboreábamos también un rico helado. Nos lo habíamos ganado.
Recuperado ya el aliento, nos dispusimos a regresar… pero en bus. Unos 40 minutos después ya estábamos en San Luís. Aprovechamos para ir al supermercado y comprar cosas para preparar la cena, ya que siempre agradecemos a nuestros anfitriones con una comida o cena preparada por nosotros. También compramos el famoso «Fernet-Branca«, tan popular en Argentina, que es un licor compusto de unas 27 hierbas que provienen de los 5 continentes.
Cargados con las compras, regresamos a nuestro hogar temporal, dispuestos a compartir una agradable velada con Alejandro.
El Volcán – El Trapiche
Por fin Alejandro nos pudo dedicar un día entero y nos llevó a visitar dos villas turísticas que, gracias a la época del año en que fuimos, no encontramos nada concurridas.
Empezamos nuestro trayecto desde San Luís, donde tomamos un bus hacia la villa de El Volcán. Quizás piensas que debe su nombre a la presencia de algún volcán cercano, que sería lo más evidente. Pero no, en este caso, la villa copia el nombre del río El Volcán, que pasa por ella. Original, ¿no?
En fin, esta zona tiene mucho más que ofrecer que una simple curiosidad sobre el origen de su nombre, y es que El Volcán es un hermoso pueblito donde nuestro anfitrión nos condujo por un bonito paseo en medio de la naturaleza, bordeando el río.
Pequeña cascada en el Balneario La Hoya |
Empezamos el recorrido por El Volcán en el balneario La Hoya, donde nos dijo que se suele reunir bastante gente para bañarse en esas piscinas naturales. Aunque cuando nosotros fuimos el nivel del agua era más bien bajo y apenas había saltos de agua (hemos podido comprobar su belleza al máximo esplandor a través de fotos en Internet). Aún así, no deja de ser curioso y un lugar bien pintoresco.
Cruzamos las piscinas por un puentecito y nos encaminamos por un sendero de tierra que iba en paralelo al río, dando la sensación de estar totalmente alejados de la civilización.
Después de un largo paseo, nada extenuante, nos dirigimos a la carretera. Decíamos adiós a El Volcán para ir a nuesto siguiente destino del día: El Trapiche.
Esta villa, también de turismo veraniego, debe su nombre a un antiguo trapiche (o molino) donde convertían en polvo el oro que extraían en una mina cercana. Aquí también caminamos en paralelo al río, pero por una especie de paseo que lo bordea.
El río a su paso por El Trapiche |
Alejandro tuvo la genial idea de comprar unas cervezas y algo de picar e ir a sentarnos a una de las márgenes del río a descansar. ¡Nos pareció un plan inmejorable! Así que nos fuimos en busca de una tiendita donde aprovisionarnos. Nos dieron un envase de vidrio, por lo que nos hicieron dejar una cantidad de dinero que recuperaríamos al devolver la botella. Como estaban cerrando (era la hora de comer) y ya teníamos pensado a qué hora tomaríamos el bus de vuelta a San Luís, nos informamos bien de cuándo volvían a abrir: en un ratito. Esa fue la máxima información que sonsacamos al dependiente, después de un arduo interrogatorio. Total, no habría problema porque siempre había alguien que nos podría abrir y devolver el dinero. Es un pequeño pueblito.
Con una ligera desconfianza en la respuesta (en estas ocasiones nos sale lo europeo de querer concretar al máximo los detalles), pero muy tentados por el plan que nos ofrecía nuestro anfitrión, nos fuimos en busca del lugar perfecto para dejarnos caer y disfrutar de la vida.
Nos tomamos las cervezas, comimos lo que habíamos comprado, hablamos de todo un poco, nos relajamos y ya se nos hizo la hora de regresar. Previendo lo que podía pasar, llegamos puntuales para tener tiempo de buscar a alguien que nos abriera.
Llegamos y estaba más que cerrado. Ni un alma dentro. Y lo más preocupante: ni un alma fuera. Nos alejamos un poco, buscando a algún ser viviente. Nadie. Se acercaba la hora de irnos a la parada de bus, porque no era una estación si no un poste en el que hacer señales para que pararan y la frecuencia de paso era larga.
Vimos un restaurante al otro lado de la calle. Entramos a preguntar y nadie sabía nada. Bueno, sí, sabían que hasta pasada una hora más no iría el dependiente o al menos esa era la hora a la que solía llegar.
Nos encomendamos a todos los santos y seres del universo, y apareció un hombre. No sabemos muy bien si era o no trabajador de ahí, pero le dimos la botella vacía y nos devolvió el dinero que habíamos dado. Y… a correr para no perder el bus.
Nos fuimos directos a San Luís y, sin mayor dilación, a La Punta, pues debíamos organizar las mochilas para partir al día siguiente.
Queremos agradecer la amabilidad y hospitalidad de Alejandro, quien nos abrió las puertas de su casa y nos dedicó parte de su tiempo.
* ¿Cuándo fuimos?: Principios de febrero de 2013
* Bus de Mendoza a San Luís
– 130 AR$/persona
– 4h., aprox.
* Bus de San Luís a La Punta
– 2,75 AR$/persona
* Bus de Potrero de los Funas a San Luís
– 2,75 AR$/persona
– 40 min., aprox.
* Bus de San Luís a El Volcán
– 2,75 AR$/persona
– 40 min., aprox.
* Bus de El Volcán a El Trapiche
– 4 AR$/persona
– 40 min., aprox.
* Bus de El Trapiche a San Luís
– 6 AR$/persona
– 1h., aprox.
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